El territorio y la transformación vitivinicultura de Mendoza (Argentina) desde la mirada de las mujeres

The territory and the viticulture transformation of Mendoza (Argentina) from the perspective of women

O território e a transformação vitivinícola de Mendoza (Argentina) desde a perspectiva das mulheres

                                                                                               Marina Miraglia[1]

Juan Manuel Cerdá[2]

Marianel Falconer[3]

Eunice Nodari[4]

Facundo Rojas[5]


Resumen

En este trabajo se analiza la inserción de las mujeres en el mundo del vino de la provincia de Mendoza (Argentina) en el contexto de la transformación vitivinícola de finales del siglo pasado. En particular se analiza la inserción de las mujeres en sectores de la actividad que habían estado vedados, como son los cargos jerárquicos y de decisión dentro de las grandes empresas. Como se muestra en este trabajo el ingreso de las mujeres, en una escala desconocida en las décadas anteriores, se dio también en el marco de la reconversión por lo cual su participación, también, puede ser vista como parte de dicho proceso. Por último, este trabajo se ha basado en el análisis de fuentes secundarias y entrevistas a mujeres que ocupan cargos de responsabilidad y han trabajado en el sector desde finales de la década de 1970 al presente.

Palabras clave: Vitivinicultura; Mujeres; Historia ambiental; Mendoza.

Abstract

This work analyzes the insertion of women in the world of wine in the province of Mendoza (Argentina) in the context of the wine-growing transformation of the late last century. In particular, it analyzes the insertion of women in sectors of activity that had been prohibited, such as hierarchical and decision-making positions within large companies. As shown in this work, the income of women, on a scale unknown in previous decades, also occurred within the framework of reconversion, so their participation can also be seen as part of said process. Finally, this work has been based on the analysis of secondary sources and interviews with women who hold positions of responsibility and have worked in the sector from the late 1970s to the present.

Keywords: Viticulture; Women; Environmental history; Mendoza.


Resumo

Este trabalho analisa a inserção das mulheres no mundo do vinho na província de Mendoza (Argentina) no contexto da transformação vitivinícola do final do século passado. Em particular, analisa-se a inserção das mulheres em setores de atividade proibidos, como cargos hierárquicos e de decisão em grandes empresas. Conforme evidenciado neste trabalho, a renda das mulheres, em escala desconhecida nas décadas anteriores, também ocorreu no âmbito da reconversão, de modo que sua participação também pode ser vista como parte desse processo. Por fim, este trabalho baseou-se na análise de fontes secundárias e entrevistas com mulheres que ocupam cargos de responsabilidade e atuam no setor desde o final da década de 1970 até a atualidade.

Palavras-chave: Viticultura; Mulheres; História ambiental; Mendoza.


 

 

 

Introducción

Adriana Gómez es miembro de la asociación de viticultoras Mujeres de la Viña, un grupo de mujeres que buscan organizarse, producir y valorizar su rol en la vitivinicultura. Federica Agüero, técnica de los centros de desarrollo vitícola del INTA[6], que participa de la articulación institucional con la COVIAR[7] afirma que “impulsar mujeres de la viña en el sector vitivinícola fue un cambio estructural porque fue romper con muchos mitos porque el sector es muy masculino”[8].

Adriana afirmaba en mayo del 2021 que:

Después de realizar un estudio demostrando que somos muchas las mujeres que estamos trabajando de forma personal y solitaria en la viña, comenzamos este sueño de agruparnos y ver cuáles eran las necesidades personales que teníamos respecto al trabajo que estábamos haciendo[9].

Si bien autores como Pablo Lacoste (2008) destacan el desempeño de las mujeres en la vitivinicultura cuyana y chilena desde hace siglos, o Vásquez (2014) recupera algunos casos emblemáticos de mujeres mendocinas en el mundo del vino a principios del siglo XX, fue recién en las últimas décadas donde se intensificó su participación en la industria, tanto cuantitativamente, como también con roles de gestión empresarial de mayor jerarquía.

Consideramos que aún es escasa la producción sobre las representaciones de las mujeres en torno a su inserción en los procesos de gestión empresarial y política en la vitivinicultura en general y en la mendocina en particular. Creemos que es necesaria una mirada del sector con perspectiva de género, que recupere las representaciones y las autopercepciones de las mujeres como trabajadoras y protagonistas de las transformaciones económicas y territoriales ocurridas en las últimas décadas.

Sostenemos que el territorio es la dimensión espacial donde se producen las interacciones sociedad-naturaleza[10]. Según Torres (2006), el proceso de conformación territorial se encuentra determinado por la sucesión de eventos y procesos político-económicos generados a diferentes escalas. Es así que la estructuración del territorio es un resultado histórico-geográfico (LOMBARDO, 1999; GARCÍA, 2006) caracterizado por ser “una construcción del conjunto de los actores que integran una formación social” (LOMBARDO; MIRAGLIA, 2011, p. 38). El territorio entendido como espacio apropiado, conlleva al decir de David Delaney (2008) que el análisis de las relaciones de poder entre diferentes actores, explica el territorio y a su vez éste es un informante clave de los procesos sociales. En ese sentido, los procesos de territorialización dan cuenta de los cambios y persistencias en las prácticas e imaginarios sociales (HAESBAERT, 2011).

En estos términos, se hace necesario conocer su configuración como resultado de la representación, construcción y apropiación que realiza la sociedad para la reproducción de su vida, así como analizar las relaciones que lo impactan en el presente y el pasado histórico, definiendo su carácter complejo (SACK, 1986; PAASI, 2003).

La representación “territorial” refiere y se expresa en una construcción discursiva cruzada por el género (ULLOA, 2016; AROND et al., 2016). Es por ello que nos proponemos una caracterización preliminar de algunas de las transformaciones que ha sufrido –especialmente en sus dimensiones territoriales y económicas – la vitivinicultura mendocina desde las representaciones de las mujeres en los últimos cincuenta años. En ese sentido indagamos especialmente en la interpretación de mujeres que han ocupado ramas gerenciales, de comercialización y/o enológicas, en algunas bodegas consideradas líderes del mercado.

Nos preguntamos cómo las mujeres han comenzado a ocupar cargos gerenciales, de investigación/innovación y de dirección corporativa en el marco de una actividad históricamente masculinizada. En este sentido, pretendemos recuperar algunos relatos que dan cuenta de dicho proceso y, al mismo tiempo, ponen en tensión las interpretaciones tradicionales que han invisibilizado y desatendido la participación de las mujeres en el mundo del vino, del norte mendocino. Algunas de las preguntas que guiaron nuestro trabajo fueron: ¿Cuáles son las representaciones, imaginarios y visiones de las mujeres implicadas en la actividad vitivinícola? ¿Cómo se manifiestan las mujeres en torno a las disputas por la introducción de nuevas formas de organización empresarial y sectorial en los últimos 50 años? ¿Cómo perciben los cambios en el paisaje, el territorio de las últimas décadas? ¿Cómo cambiaron sus hábitos espaciales y ambientales? ¿Cómo percibieron estas mujeres las crisis del sector de los años 80 y su posterior reconfiguración? ¿Cómo fue el desarrollo de su carrera profesional y su relación/tensión con colegas hombres y en su vida privada?

 

Sobre nuestro abordaje teórico-metodológico

Los territorios vitivinícolas estudiados los pensamos como sistemas, especialmente y al decir de Rolando García (2006) sistemas complejos, los cuales tienen límites representados por las formas de organización económica o las formas de producción, donde las condiciones de contorno son el conjunto de relaciones que se dan a través de los flujos de materia, energía e información. Así, se organizan en una escala de fenómenos espaciales y en una escala temporal que determinan niveles de procesos y análisis (GARCÍA, 2006).

En este tipo de estudios, es necesario interpretar, el territorio y los recursos naturales que lo componen; el marco en que esas relaciones prácticas y acciones se realizan y realizaron y que influyen e influyeron fuertemente en el contexto (variable contextual o relaciones de borde); los cruces múltiples que entre esos componentes se producen y produjeron; los mecanismos que generaron, las relaciones que ordenan y diferencian en el territorio la distribución de funciones; las relaciones de tiempo y espacio que intervienen (LOMBARDO; MIRAGLIA, 2011).

Desde esta perspectiva, los procesos de tercer nivel abarcan escalas nacionales e internacionales, así como sus niveles de análisis, en cambio, los procesos y análisis del segundo nivel, son especialmente de tipo regional o provincial, aunque pueden alcanzar la escala nacional. Finalmente, en los procesos de primer nivel los análisis son desarrollados a la escala local, ya sea comunal, barrial, municipal.

En general, los procesos de tercer nivel se vinculan con las políticas nacionales de desarrollo, modificaciones del mercado internacional o cambios globales en la tecnología que afectan las percepciones de los consumidores y determinan y/o condicionan en alguna medida los procesos de nivel local y regional (MIRAGLIA, 2016). Los procesos de segundo nivel o metaprocesos se refieren a modificaciones en el sistema productivo, tales como el desarrollo de cultivos comerciales, agricultura, ganadería, etc.

Los procesos de primer nivel se muestran con cambios en el medio físico, métodos de producción, condiciones de vida, sistema de relaciones socioeconómicas y modificaciones en el sistema productivo regional. Siguiendo a García (2006) y considerando a los oasis vitivinícolas de Mendoza como sistemas complejos, éstos se organizan en subsistemas definidos a partir de sus interrelaciones entre la estructura ambiental, socioeconómica, el modelo productivo y el sistema político nacional e internacional. El oasis es entendido como el lugar donde se producen las relaciones de los actores sociales (MIRAGLIA, 2018). Desde este marco general es posible abordar el desarrollo de la vitivinicultura de los últimos 50 años y la percepción que tienen las mujeres sobre dicho proceso.

Como es ampliamente conocido desde finales de la década de 1960, el sector vitivinícola a nivel mundial está pasando por un proceso de transnacionalización de su producto (ANDERSON; NELGEN, 2011; ANDERSON; NELGEN; PINILLA, 2017; CAMPBELL; GUIBERT, 2006; MEDINA-ALBALADEJO; MARTÍNEZ-CARRIÓN; RAMÓN-MUÑOZ, 2014). Esto implicó no sólo el aumento del comercio internacional sino, también, la transformación de la producción a nivel local, en una dialéctica que podemos denominar glocal (ROBERTSON, 1997; ALCAÑIZ, 2008; ROUDOMETOF, 2016).

Este proceso, junto con los efectos de la crisis de la vitivinicultura argentina de la década de 1980, fue el puntapié de una serie de cambios en el sector vitivinícola argentino en general y de Mendoza en particular que se conoce generalmente como la “transformación vitivinícola”. Todo esto impactó fuertemente en la construcción de nuevas territorialidades y un reordenamiento de actores en relación a lo conocido durante la mayor parte del siglo XX (MARTÍN, 2009; CERDÁ; HERNÁNDEZ, 2013, CERDÁ; MARTÍN, 2021).

En una mirada de largo plazo podemos afirmar que, desde finales del siglo XIX a finales del siglo XX, el sector vitivinícola estuvo caracterizado por un modelo de producción basado en vinos poco diferenciado, con altos niveles de alcohol y que buscaba grandes volúmenes para satisfacer una demanda de un mercado interno en crecimiento. Este mercado se sostuvo en el consumo creciente de una sociedad compuesta por inmigrantes europeos que incluían en su dieta diaria el consumo de vino y, por otro lado, por el Estado que protegió a partir de barreras arancelarias la importación de vinos extranjeros.

En este contexto, el sector se preocupó más por los volúmenes de producción que por la calidad del vino. Este modelo comenzó a mostrar sus límites muy rápidamente – expresada en crisis de sobreproducción (BARRIO DE VILLANUEVA, 2005) –, pero que se volvieron acuciantes a comienzos de la década de 1970 cuando el consumo comenzó a disminuir, los precios del vino cayeron y la ayuda del Estado comenzó a mermar.

En el transcurso de algo más de diez años (1977-1990) se perdieron aproximadamente 24.000 viñedos y se produjo el abandono y/o eliminación de 140.000 ha. de vides en todo el país, de los cuales el 51% y el 75%, respectivamente, correspondían a la provincia de Mendoza.

Fue recién a finales de la década de 1980 cuando el sector comenzó a transitar el camino hacia los vinos de “calidad” (AZPIAZU; BASUALDO, 2002; BOCCO et al., 2007; MARTÍN, 2009; NEIMAN, 2003; RICHARD-JORBA, 2008; entre otros). Desde entonces, los vinos argentinos han experimentado una profunda reconversión vitivinícola.

Así, desde los últimos años del siglo XX, la inserción en los circuitos de comercialización internacionales se organizó de forma muy diferente a lo que se conoció las décadas anteriores y condicionó el proceso productivo industrial y agrícola (CERNADAS; FORCINITO, 2004; BOCCO; DUBBINI; ROTONDO; YOGUEL, 2007; MARTÍN, 2009; NEIMAN; BOCCO, 2001; RICHARD-JORBA, 2008; entre otros). Sin embargo, dichos cambios se produjeron en un contexto de gran heterogeneidad empresarial (CHAZARRETA, 2020; 2018) y no borraron completamente las prácticas productivas anteriores, ni muchas de las tradiciones institucionales previas. 

Una característica singular fue un gran incremento de la incorporación de las mujeres al mundo del vino, ya no sólo en la elección de la reina de la vendimia y embajadoras culturales (LOBATO, 2005; RIGGIO, 2019) sino como consumidora experta[11] y ocupando lugares destacados dentro de la cadena vitivinícola y de las organizaciones corporativas[12]. Es destacable que esto está asociado a un proceso de mayor formación profesional de las mujeres en general (a partir de un mayor ingreso a los estudios universitarios) y de la inserción de éstas en carreras tradicionalmente masculinas como la agronomía o la enología. Por esto, resulta central para este trabajo dar cuenta de la mirada de las propias mujeres como participantes activas de los procesos de cambio y adaptación a las nuevas realidades sociales y productivas.

Para dicha reconstrucción aplicamos métodos y herramientas de la Historia Oral con entrevistas a mujeres que ocupan cargos de responsabilidad en bodegas, servicios de Investigación + Desarrollo (I+D) y encargadas de la comercialización del vino. Interpretamos que las memorias de estas mujeres complementan y completan el relato que aquí buscamos construir, sin pasar por alto que las memorias también son fuentes problemáticas; ya que pueden presentar vacíos o construcciones incorrectas o no correlativas del todo respecto del espacio y el tiempo.

En este artículo, se organiza el análisis en dos ejes, por una parte, se interpretan los cambios y persistencia en el plano socioeconómico desde el testimonio de las entrevistadas, y en segundo lugar, las representaciones de dichas mujeres sobre las transformaciones territoriales (en menor medida ambientales), en el centro y norte de Mendoza. Ello implica un primer paso de reflexión y análisis en el marco del proyecto de investigación “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”, proyecto que se propone una mirada comparativa de los procesos históricos ambientales de la vitivinicultura entre Brasil, Argentina, Chile y Estados Unidos de América, incorporándose recientemente otros países de América Latina, como Colombia, Chile y México.

 

Las territorializaciones del vino, según la perspectiva de las mujeres

Entendemos que las percepciones que las mujeres tienen sobre los procesos de transformación territorial de las últimas décadas introducen matices y un acercamiento diferente a la comprensión de los cambios socioespaciales de la actividad vitivinícola. Nos referimos, por ejemplo, al avance de los viñedos en los piedemontes del Valle de Uco, con una puesta en valor paisajística y turística muy dependiente de grandes capitales, y además, con un acceso al agua privilegiado. Mientras se producía un paralelo abandono de fincas y un declive de otras zonas tradicionales de la actividad (ROJAS et al., 2020) que fueron postergadas en esas nuevas configuraciones del mercado del vino, que no alcanzaban la denominada Zona Este de Mendoza (o lo hacían con una baja intensidad).

En el caso específico de la vitivinicultura el proceso predominante a escala internacional (a tercer nivel) ha cambiado significativamente desde finales de la década de 1960 cuando el mercado del vino comenzó a internacionalizarse (ANDERSON; NELGEN; PINILLA, 2017; MEDINA-ALBALADEJO; MARTÍNEZ-CARRIÓN; RAMÓN-MUÑOZ, 2014). Este cambio implicó la introducción al mercado de nuevos productores, consumidores y “territorios” que producen vino para mercados cada vez más globales. Sin embargo, como se describió en el apartado previo, la inserción de la vitivinicultura argentina se dio a inicios de la década de 1990.

Este proceso no ha sido generalizado y mucho menos ha concluido en la Argentina lo que algunos autores lo han denominado como un proceso de reconversión inconcluso (AZPIAZU; BASUALDO, 2002; ALTSCHULER, 2012; RICHARD-JORBA, 2008) o un régimen de acumulación dual (STARICCO, 2018). En este sentido, la adopción del nuevo modelo dominado por la “calidad” – y definido a partir de estándares internacionales a partir de la globalización de la agroindústria – expulsó a los productores más pequeños característicos de la vitivinicultura mendocina de la primera mitad del siglo XX.

Hasta la década de 1980, en los oasis mendocinos predominaba la actividad vinífera orientada al mercado interno, donde en algunos de los establecimientos eran trabajados por sus dueños, muchos de ellos inmigrantes europeos y sus familias, afincados desde fines del siglo XIX en la provincia (MONTAÑA, 2007); empleando, además, en las épocas de mayor intensidad productiva, la mano de obra local y trabajadores migrantes. La calidad del vino no era el principal objetivo de la producción, sino más bien el aumento cuantitativo, muy necesario para abastecer el mercado interno con vinos de mesa, en creciente aumento durante las primeras décadas del siglo XX.

En síntesis, los procesos de tercer nivel, como el modelo político, económico, marcaron las actividades productivas a nivel nacional primero y provincial después (primero y segundo nivel). Estos procesos de internacionalización de la vitivinicultura no solo se verificaron con la entrada de capitales al sector sino también a través del incremento de los flujos definidos por los intercambios comerciales, la concentración del capital, la terciarización de las tareas agrícolas y la incorporación de las mujeres en actividades donde comenzaron a participar activamente.

Esta nueva dinámica del sector tuvo sentido en la construcción de nuevas territoriales que comenzaron a expresarse desde la década de 1980 (ACCORINTI et al., 2016) pero que se intensificaron a partir de 1990 y hasta el presente. Esto se percibe claramente en las tensiones territoriales que se generan en torno a la apertura de nuevas zonas productivas “expansión de la frontera”, por el cambio en el “uso de la tierra” nuevas urbanizaciones, en las disputas por el agua – un recurso escaso e imprescindible para la producción vitivinícola –, en el control de las corporaciones sectoriales, entre otras.

Así, en la década de 1990 comenzó un proceso de aceleración de las transformaciones, definido como “la reconversión” vitivinícola. Durante los últimos 30 años, un sector de la producción migró de manera progresiva a un sistema productivo con mayor capital intensivo y orientado a mejorar la calidad de los vinos. Estos tienen como destino el mercado internacional, así como de un sector con mayor poder adquisitivo en el mercado nacional.

En los últimos años, acompañando también las tendencias internacionales, las bodegas han ampliado su set de productos incorporando la venta de servicios de esparcimiento – como son los restaurantes y hoteles rurales – a la venta de vinos. Estos “nuevos productos” incorporan a la naturaleza y es un espacio donde las mujeres desarrollan gran parte de las actividades.

Según las entrevistadas, los principales cambios en el territorio se produjeron a la par de las modificaciones tecnológicas y económicas desde principios de 1990. Esas modificaciones fueron concentradas en mayor equipamiento rural y urbano especialmente en el Valle de Uco. En la Zona Este, no se mencionaron cambios importantes.

Según Julieta Gabardós, el turismo fue otro factor que impulsó nuevas formas de apropiación y reconfiguración del territorio[13]. En la misma región del Valle de Uco (Tupungato, Tunuyán y San Carlos) y de Las Compuertas-Vistalba (Luján de Cuyo)[14], las grandes transformaciones tuvieron que ver con la sustitución de frutales (membrillo, pera y nogal) por vides, en grandes paños de nuevos viñedos, desde “hace veinte años” y con “vino de altura”. A partir de entonces se desarrolló de forma privilegiada el Valle de Uco como productor de vinos de alta gama.

Es así que se observan allí más micro bodegas, bodegas boutique a la par de grandes infraestructuras industriales con diseños de autor “el paisaje con los monstruos de las bodegas obviamente cambió”. “Sé de problemas grandes con el tema del agua, por ejemplo, en Vista Flores”.

Según Laura Alturria, el principal cambio en el territorio es el surgimiento del “Valle de Uco” como nueva zona de la producción vitivinícola mendocina, que hace 30 años no existía como tal. Había vegetación natural en muchos casos y frutales en menor medida. Otra transformación es que se ha concentrado la producción en viñedos y bodegas de zonas tradicionales como Luján de Cuyo, por la llegada de capitales internacionales, tecnificación de procesos (más adopción y adaptación que innovación).

Algunas otras modificaciones territoriales han sido las mejoras de los servicios en zonas típicamente rurales del oasis circundante a las bodegas y viñedos (asfalto de rutas, mejor conexión eléctrica, “un poco, un poco mejor telefonía, hoy con el tema celulares”, mejor calidad de transporte de colectivos, se multiplicaron centros de salud y mejoraron en servicios, recolección de residuos). Aunque algunos servicios siguen concentrados en las cabeceras de departamentos (son las unidades administrativas en las cuales se divide la provincia), como Luján de Cuyo. Norton, por ejemplo, tiene un barrio dentro de una de sus fincas, al que ahora entra un colectivo público.

Como dicen Laura Principiano y Julieta Gabardós, hasta hace unas décadas, la ruta que une Mendoza con el Valle de Uco no estaba asfaltada, y ahora es doble mano hasta Tunuyán, lo que hace más eficientes los viajes. Entre la ciudad de Mendoza y el Valle de Uco no había asentamientos precarios.

En los últimos años se desarrollaron por lo menos tres. Cerca de las fincas y bodegas hay barrios de condiciones vulnerables donde parte de su población trabaja en la actividad vitivinícola. Gabriela Celeste plantea que los grandes cambios observados en las últimas décadas tuvieron también que ver con las obras hidráulicas, realizadas para hacer eficiente el uso del agua. Conjuntamente con la actual crisis hídrica, se encuentran más fincas con mayor uso del agua. Así como nuevos emprendimientos urbanísticos que también requieren del uso del agua.

Otro tema es la conectividad que hoy en día se puede ver, por ejemplo, entre Agrelo y el Gran Mendoza, sobre todo por las frecuencias del transporte público. En Agrelo, Perdriel, Ugarteche (en general, en todo el departamento de Luján de Cuyo) se ven más fincas y bodegas respecto de lo que se veía hace 25 años atrás. También, asfaltado de calles, transporte público con mayor frecuencia, y gran cantidad de personas que se debe a un crecimiento del asentamiento de nuevas poblacionales en los alrededores. Allí está ubicado Eno.Rolland – dirigido actualmente por Gabriela Celeste – que es un laboratorio enológico de asesoramiento y servicios analíticos para bodegas y viñedos – que se diferencia a la Bodega Rolland, la cual se encuentra en medio del Valle de Uco y es pionera en la zona de nuevos viñedos con el Club de los Siete – (Eno.Rolland fue creada en 1999, mientras que la Bodega Michel Rolland recién se creó en 2005), porque “es una zona bien comunicada e intermedia entre las fincas, las bodegas y el área urbana.

Al comienzo, los agrónomos y enólogos fueron reacios al principio para aceptar el asesoramiento de un extranjero como Michel Rolland que venía a instalarse por estos lados. Y quienes aceptaban o pedían la ayuda de un asesor externo eran los gerentes de diversas áreas de una bodega o incluso los mismos dueños”.

 

El vino ¿cosa de hombres? Las mujeres en las transformaciones socio-económicas

Esta pregunta parece ser tener una respuesta positiva, no sólo por los prejuicios que aún persisten en la sociedad sobre las mujeres como consumidora sino también como la mujer participante de la producción del vino. En palabras de Julieta Gabardós (42 años)[15] “la industria del vino es una industria de varones, aun en el área de marketing…. Quizás, en los últimos años con el desarrollo del turismo “…allí es diferente, es un metiér más de mujeres”.

Hospitalidad, recibir a la gente, las guías [de turismo] la mujer entra muy fácil, pero en el área de ejecutivas de venta es más de hombres”. Esta definición es coincidente en todas nuestras entrevistas y, en general, ellas creen que es parte de un prejuicio más de las “viejas generaciones” que, de las nuevas, que se mantiene sobre todo en las líneas operativas. En este sentido nuestras entrevistas – que representan “casos atípicos” – dan cuenta del grado de segregación horizontal y vertical o bien de la necesidad de decidir entre el trabajo y la familia (lo que Burin llama fronteras de cristal) que aún se mantiene en el sector, y que implica factores culturales invisibles (BURIN, 2008).

En el caso de Ana Amitrano (68 años)[16] llegó a la gerencia de comercialización de Zuccardi de la mano de su entonces esposo: “Soy exfotógrafa y luego me incorporé a la empresa familiar, …me sumé luego de tener a mi primer hijo”. Ana nos cuenta que con 26 años se incorporó a la empresa familiar y se le asignó el desarrollo de las ventas en el mercado interno, después, se sumó al área comercial, más específicamente de marketing y, actualmente, es la gerenta comercial de la bodega en el mercado local. Afirma que su incorporación a la empresa se dio “por suerte, no porque lo haya buscado (…) no conocía nada de vinos [porque] una mujer antes no tomaba vino y, por tanto, no sabía nada de vino. Pero este mundo es atrapante, me fui metiendo, descubriendo y finalmente lo elegí.”

Ana fue organizadora de degustaciones de vino a comienzos de la década de 1980, una actividad que no era habitual en la Argentina y, mucho menos, realizada por mujeres:

yo aprendí de vinos en las degustaciones que se hacían en el INTA – junto a “La Checa”[17] y Vilma Gutiérrez – y, luego, nosotros las replicábamos con nuestros distribuidores. Yo era mujer y además muy joven. Esto descolocaba a los interlocutores varones y a mí me divertía […] en algunas ocasiones confronté con algunos hombres en las degustaciones”.

Esta actitud de rebeldía, para una joven mujer de 30 años a comienzos de la década de 1980, es recordado por Ana como algo excepcional. Para ella, está claro hoy que el apoyo de la empresa – y ser parte de la família – le permitió ser pionera en la realización de estas tareas y, también, reconoce el carácter innovador de la empresa al momento de elegir mujeres para ocupar cargos importantes.[18]

Sin lugar a duda, la llegada de las mujeres universitarias al ámbito vitivinícola comenzó a transformar las prácticas tradicionales de contratación. En este sentido Laura Alturria (55 años), Gabriela Celeste  (50 años) [19] y Laura Principiano[20]  (38 años) son agrónomas que se incorporan al sector vitivinícola desde su carácter de técnica/profesional y en un período posterior al de Ana.

En el caso de Laura Alturria su incorporación se dio a mediados de los años de 1990 cuando el nuevo modelo vitivinícola comenzaba a generalizarse; mientras que Gabriela hacia el 2000 y Laura Principiano alrededor del año 2007, la primera como responsable del laboratorio de Michel Rolland (Eno.Rolland) y la segunda en el área de desarrollo de Zuccardi.

Laura Alturria se graduó de Agrónoma en 1990 pero en esos años “la vitivinicultura estaba aún en crisis” y su inserción fue en el área de frutales y de producción de semillas de papas. Según nos cuenta, a finales de la década de 1980

no era muy común encontrar mujeres en lugares de dirección, con el paso de los años [hoy] es algo más común (…) porque tampoco las empresas estaban muy habituados a tener servicios profesionalizados (…) en aquellos años el jefe de empaque era una persona idónea, no tenía título universitario, pero era un experto (…); hoy ese puesto está ocupado por una persona que tiene título universitario (…) hoy estos puestos, relacionados con alimentos [control de calidad, laboratorios, etc.], están ocupados por mujeres que, en general, son licenciadas en bromatología”.

Sin embargo, esta visión es matizada por Laura Principiano quien afirma que su incorporación a la bodega fue fácil porque su jefe “es una persona desprejuiciada, innovadora y mira a las personas más allá de lo que se ve (…)”. Cuando comenzó a trabajar en el Área de Investigación y Desarrollo de la bodega – área que no existía en ese momento – “fue necesario mostrar la importancia del sector y trabajar intensamente para ser parte del equipo”.

Laura Principiano describe un entorno de trabajo muy característico de la época y del sector, marcado mayoritariamente por hombres con varios años en la bodega; comenta que “en su mayoría mostraron un gran respeto y además fueron cambiando y adaptándose a las nuevas generaciones y las nuevas formas de trabajar”. Estas reflexiones de Laura Principiano dejan ver los cambios ocurridos durante los últimos años en la vitivinicultura mendocina y que afectaron a gran parte de las bodegas.

La empresa Zuccardi es una empresa familiar creada en 1963 por el Ing. Alberto Zuccardi y Emma de Zuccardi que comenzó un proceso de modernización en los años noventa, convirtiéndose en una de las bodegas más importantes de la Argentina. Esta empresa familiar incorporó el nuevo paradigma mejorando la calidad e impulsó un proceso de adaptación de sus planteles al nuevo modelo de negocios. Aquí Laura Principiano señala que “seguimos siendo minoría las mujeres, pero cada vez hay más mujeres en puestos estratégicos (…) en Zuccardi los puestos de gerencia son 12, donde tres somos mujeres”.

Por otro lado, la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo se tensiona con las tareas de reproducción y cuidado que tradicionalmente se les asigna, tareas indispensables, pero impagas (QUESADA GUERRERO, 2018). Las entrevistas coinciden en que la maternidad es una de las variables que condiciona el tipo de trabajo al cual acceden las mujeres. Según Laura Alturria muchas “han tenido que “resignar” un buen trabajo, pero con una alta carga horaria para tomar otro de forma independiente pero que sea más flexible… o sea que sea dueña de sus horarios (...) hay una adaptación; aunque no hayan dejado sus actividades, no hubo abandono de la profesión.”

En otros casos, el teletrabajo o “trabajo desde el hogar” parecería ser una opción más accesible para las mujeres, ya que les permite conjugar con las tareas mencionadas. En este sentido Julieta Gabardós dice que el área comercial es

“muy linda para las mujeres ¿por qué es muy linda para las mujeres? Primero porque estás en la calle, manejas tus horarios (…) voy y vengo con mi hija y el área comercial te permite no tener que cumplir horarios (…) mi jefe con tal que yo cumpla los objetivos que me pone la empresa podés trabajar en cualquier horario” (…) igual no es para todas… “el machismo hay veces que está en la casa… y ponele, yo hay veces que viajo, dos veces por mes dos o tres días y hay tipos [varones] que lo entienden y hay tipos [varones] que no…”

Laura Alturria, describe los primeros años de la década de 1990 como años de crisis para el sector y donde la vitivinicultura no parecía ser una salida laboral posible. En lo personal esto la llevó a insertarse como especialista en semillas de papa. El paso a la vitivinicultura se dio de la mano de la producción de vino de mayor calidad. Su entrada en el sector estuvo asociada a los “Grupos de Cambio Rural” y posteriormente en el Fondo de Transformación y Crecimiento de Mendoza a mediados de la década de 1990 como evaluadora de proyectos. A partir de los 2000 se suma como Coordinadora del CREA Los Andes que estaba integrado por alrededor de 12 empresas vitivinícolas. Este fue el primer paso para ocupar el cargo de Coordinadora del Área Técnica dentro de Bodegas de Argentina Asociación Civil.

Un ejemplo de los espacios de importancia que cada vez más mujeres ocupan en la industria vitivinícola es la organización del “Club de mujeres profesionales del vino” que nuclea a unas 120 mujeres enólogas y agrónomas que ocupan primeras y segundas líneas en bodegas de todo el país, al decir de Laura Principiano, esto muestra este cambio positivo en el rubro.

Reflexiones finales

El incremento de la presencia de mujeres en el mundo del vino y en carreras tradicionalmente masculinizadas como agronomía y enología, da cuenta de la necesidad de tener presente sus miradas a la hora de realizar investigaciones que tengan presente las representaciones sociales. En este artículo, a partir del análisis de fuentes secundarias y de las entrevistas realizadas, buscamos evidenciar la importancia de tener presente los significados que dan las mujeres a los procesos productivos y sociales de los últimos años.

Así, pudimos ver en los testimonios la resignificación y valoración que las mujeres entrevistadas tienen sobre el territorio; resignificándolo en función de su vida, destacando por ejemplo la incorporación de nuevos territorios para la producción, comercialización y consumo; no solo para el mercado interno, sino también para exportación; reemplazando vegetación natural o de frutales por vides. La aparición de nuevas bodegas implicó nuevas urbanizaciones, rutas y asfaltado de calles, mejorando la comunicación con la compañía de servicios de telefonía.

Cercanos a las bodegas, han aparecido también otros servicios con los que se ha visto beneficiada toda la comunidad, como lo son centros de salud o trasporte público. Las entrevistadas destacan que no es solo por la producción en sí, sino que también el turismo ha tenido mucho que ver en la activación, valoración y resignificación paisajística de muchos sectores, como lo es el Valle de Uco.

El desarrollo del sector ha sido acompañado por procesos de complejización empresarial en el que las mujeres se vieron compenetradas (VÁSCONEZ, 2012). Pero al igual que en tantas otras esferas de la economía – y particularmente en la vitivinícola – es también un espacio donde perviven las desigualdades y asimetrías de género. Si bien la posición y rol de la mujer en la sociedad ha mejorado en muchos aspectos, sigue primando el estereotipo de género.

En este sentido, no solo las mujeres están encargadas de las tareas del hogar, reproducción y cuidado, sino que también hay tareas y actividades laborales en los cuales son consideradas más hábiles (área de servicios, control de calidad de los alimentos, marketing, etc.) o que les permiten una mayor flexibilidad horaria para compatibilizar (área de ventas) con las “obligaciones” hogareñas.

Sin lugar a dudas muchas mujeres transitan la actividad vitivinícola sin obedecer estos designios sociales y rompen, con gran esfuerzo, dichas fronteras (VÁSQUEZ, 2014). En algunos casos esto fue hecho por convicción (Ana Amitrano y Laura Alturria) en otros casos seguramente hayan sido por necesidad o presión del contexto.

Como afirma Alonso (2012), los estereotipos de género y la discriminación por sexos acentúa las posibilidades de inserción, permanencia y progreso hacia el interior de las bodegas; entre los obreros, los varones siguen ocupando puestos que suponen el uso de la fuerza física o manejo de maquinarias; mientras que las mujeres son empleadas para cargos relacionados a la administración, el turismo o el etiquetado de las botellas.

Si bien en las últimas décadas, en las líneas gerenciales hubo una mayor apertura a la ocupación de puestos estratégicos y jerárquicos por parte de mujeres, aún hoy en la toma de decisiones se mantiene concentrado en los hombres. Es decir, la segregación no es solo vertical (en relación con el techo de cristal) con las cuales se encuentran las mujeres del sector, sino también horizontal (muros de cristal) en una división clara de tareas feminizadas y masculinizadas a partir de estereotipos patriarcales, que aparece en los relatos en varias oportunidades.

Las tareas vinculadas a reproducción y cuidado, tradicionalmente asignadas a las mujeres como afirmamos más arriba, se convierten en un impedimento para que la mujer crezca en su trayectoria laboral (lo que se ha denominado “pisos pegajosos”) mientras que para el varón no significa un obstáculo significativo en su crecimiento profesional. Las entrevistadas plantean que no fue algo que les haya ocurrido a ellas particularmente; lo que refuerza el carácter de testimonios y trayectorias excepcionales que describimos.

Agradecimientos

Este trabajo se realizó en marco de las investigaciones del proyecto financiado por el Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq) N° 426478/2018-5 titulado “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”, dirigido por la profesora Eunice Nodari. Nuestros agradecimientos a las entrevistadas Julieta Gabardós, Laura Alturria, Laura Principiano, Ana Amitrano y Gabriela Celeste por el tiempo que nos dedicaron y su amable y cálida atención.

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Recebido em 30/11/2021.

Aceito em 22/12/2021.

Creative Commons License  Este trabalho está licenciado sob a licença Creative Commons Attribution 4.0 International License (CC BY 4.0)

 



[1] Investigador docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Doctora en Geografía, UBA, Argentina. E-mail: mmiragli@campus.ungs.edu.ar. Proyecto: “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”. | https://orcid.org/0000-0002-8494-6850

[2] Doctor de la Universidad Nacional de Quilmes. Investigador del CONICET y del Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR-UNQ), Argentina. E-mail: jmcera@unq.edu.ar. Proyecto: “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”. | https://orcid.org/0000-0002-5146-8389

[3] Profesora de Grado Universitario en Historia por la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. E-mail: m.falconer90@gmail.com. Proyecto: “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”. | https://orcid.org/0000-0002-2945-778X

[4] Profesora Doctora. Profesora Titular y Coordenadora do Programa de Pós-graduação Interdisciplinar em Ciências Humanas - PPGICH/UFSC. Universidade Federal de Santa Catarina, Brasil. E-mail: eunice.nodari@ufsc.br. Directora del Proyecto: “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”. | https://orcid.org/0000-0001-5953-649X

[5] Investigador del Grupo de Historia ambiental IANIGLA-CONICET; Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras-Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. E-mail: frojas@ffyl.uncu.edu.ar. Proyecto: “Da terra à mesa: uma história ambiental da vitivinicultura nas Américas”. | https://orcid.org/0000-0003-3704-0199

[6] Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (de Argentina) https://www.argentina.gob.ar/inta.

[7] La Corporación Vitivinícola Argentina, es un organismo público-privado que gestiona y articula acciones sobre el Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI) https://coviar.ar/.

[8] Ibidem.

[9] https://www.telam.com.ar/notas/202106/559159-mujeres-de-la-vina-mendoza-vitivinicultoras.html

[10] Se recomienda ver López Sandoval et al. (2017) quienes desarrollan una valiosa revisión del significado de territorio en América Latina.

[11] https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/con-apenas-28-anos-ya-tiene-etiqueta-propia-y-fue-elegida-dos-veces-mejor-sommelier-del-pais-nid1856553/

[12] Claudia Quini fue la primera mujer en ocupar el puesto de la Organización Internacional del Vino y la Viña en el 2012 y siete años más tarde Patricia Ortíz ocupará la presidencia de la corporación empresaria Bodegas de Argentina, una de las entidades que agrupa a las bodegas más importantes del país. Un ejemplo de este proceso es la creación en el 2014 de la Asociación Mujeres del Vino de Argentina, una entidad sin fines de lucro que reúne a 500 “mujeres profesionales y entusiastas cuyo como fin es conocer sobre la cultura del vino e incentivar consumo responsable”. Ver: https://ecocuyo.com/presentan-en-sociedad-la-asociacion-mujeres-del-vino-de-argentina-amuva/

[13] En primer lugar, con capitales nacionales de firmas como Zuccardi, López y La Rural; después con Salentein como pionero (comenzó con la propuesta de una posada, museo, restaurante de alta gama, paisajismo y marketing internacional).

[14] Allí el cambio de uso del suelo ha sido especialmente, sacar viñedos para urbanizar barrios de alto poder adquisitivo. En menor medida sacar cerezos y olivos para urbanizar.

[15] Entrevista realizada en octubre de 2020.

[16] Entrevista realizada en octubre de 2020.

[17] Elisabeth Checa (apodada “La Checa”) es una destacada periodista gastronómica de la Argentina que, desde finales de la década de 1980, ha escrito en diferentes diarios nacionales e internacionales sobre los vinos argentinos y desde el 2007 edita una de las guías más reconocidas de vinos argentinos.

[18] Esto también fue resaltado por Julieta Gabardós quien trabajó en Zuccardi a comienzos del 2000.

[19] Entrevista realizada en diciembre de 2020.

[20] Entrevista realizada en octubre de 2020.